Jornadas Mundiales de la Juventud

La presente intervención tiene como referencia el número 141 del Instrumentum Laboris que presenta las Jornadas Mundiales de la Juventud como auténticas formas de primer anuncio a escala mundial.

La creación de las Jornadas Mundiales de la Juventud ha sido una de las decisiones proféticas del Beato Juan Pablo II, que ha marcado profundamente la vida de la Iglesia y del mundo entero. En el ya lejano 1985 el Papa explicaba de este modo las razones de su decisión: «Todos los jóvenes deben sentirse acompañados por la Iglesia: es por ello que toda la Iglesia, en unión con el Sucesor de Pedro, se siente más comprometida, a nivel mundial, a favor de la juventud, de sus preocupaciones y peticiones, de su apertura y esperanzas, para corresponder a sus aspiraciones, comunicando la certeza que es Cristo, la Verdad que es Cristo, el amor que es Cristo, a través de una apropiada formación B que es la forma necesaria y actual de la evangelización».1 El Papa había comprendido que el “planeta de los jóvenes” era una tierra de misión de primerísima importancia para la Iglesia en el umbral del tercer milenio. Y la historia de las JMJ – que cuenta ya con más de treinta años – ha confirmado plenamente la intuición providencial de Juan Pablo II. Gracias a las JMJ la Iglesia ha podido manifestar al mundo su rostro joven, lleno de alegría de la fe y de impulso misionero. Las Jornadas Mundiales de la Juventud se han manifestado como un instrumento de extraordinaria eficacia para la evangelización de las nuevas generaciones, instrumento que sigue llenando de estupor tanto a los pastores como a los jóvenes mismos. En estos últimos decenios ha nacido una nueva generación de jóvenes comúnmente llamada “generación JMJ”…

Persona-clave de las JMJ es el Papa (“persona faro”, dicen los sociólogos), Sucesor de Pedro, testigo y maestro de la fe, catequista por excelencia. El Cardenal Jean-Marie Lustiger, comentando la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en París en 1997, decía a propósito de la relación singular de los jóvenes con el Santo Padre: «Decir que se le ama es también su modo de ponerse en la Iglesia; este grito establece una relación con la institución muy diversa de la que expresan ante sus padres o en las encuestas […] Amando al Papa los jóvenes aman, en él y a través de él, a la Iglesia que en el fondo desean y que Juan Pablo II les da la posibilidad de expresar y de vivir. Su presencia catalizadora se convierte en garante de ello».2

El pueblo de las JMJ es un pueblo en movimiento, en camino… Esta peregrinación planetaria de jóvenes cristianos tras las huellas del Sucesor de Pedro sigue asombrando al mundo aún hoy. ¡Cuántas conversiones, cuántos cambios radicales de vida! Qué importantes descubrimientos para la vida de los jóvenes: el descubrimiento de Cristo: camino, verdad y vida; el descubrimiento de la Iglesia, madre y maestra, “compañía de amigos” (Benedicto XVI) que sostiene en el camino de la existencia; el descubrimiento del Sucesor de Pedro como guía segura y amigo de quien fiarse. Para tantos jóvenes la JMJ se ha convertido en una especie de “laboratorio de la fe”, como amaba definirla Juan Pablo II, el lugar del redescubrimiento de una religiosidad que no está en contraste con el ser jóvenes. Las JMJ se han convertido también en lugares particulares para madurar opciones vocacionales: al sacerdocio, a la vida consagrada, también al matrimonio cristiano…

Para el Papa BenedictoXVI las Jornadas Mundiales de la Juventud son una “medicina contra el cansancio de creer”, “un modo nuevo, rejuvenecido de ser cristianos”, “una nueva evangelización en acto”, un gran signo de esperanza para la Iglesia y para el mundo entero.3 Evidentemente la JMJ no puede considerarse un evento aislado, ella debe ser preparada adecuadamente y debe estar seguida por una pastoral juvenil ordinaria en las diócesis y en las parroquias. En otros términos, debe constituir cada vez un “nuevo inicio” en el compromiso pastoral de la Iglesia a favor de las nuevas generaciones.

Mientras conservamos con gratitud el recuerdo de la última Jornada Mundial de los Jóvenes en Madrid, 2011, durante la cual asistimos al extraordinario testimonio de fe de más de dos millones de jóvenes, estamos ya encaminados hacia la JMJ de Río de Janeiro en Brasil, en el 2013. En la ciudad carioca, el Cristo Redentor del Corcovado expresa la naturaleza más profunda de las JMJ: la centralidad de Cristo. Sus brazos abiertos, acogedores, son una invitación incondicional para todos los jóvenes del mundo. Y así continúa la gran aventura de la fe de los jóvenes…

1 Juan Pablo II, Discurso al Colegio cardenalicio, a la Curia y a la prelatura romana con motivo de las felicitaciones navideñas, 20 de diciembre de 1985.

2 El eco de la XII Jornada Mundial de la Juventud, Entrevista al card. Jean-Marie Lustiger, Arzobispo de París, “L’Osservatore Romano”, 1 de octubre de 1997.

3 Cfr Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana con motivode las felicitaciones de Navidad, 22 de diciembre de 2011, p. 8.

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