Carisma e Institución

Mi intervención toma como punto de partida el número 116 del Instrumentum laboris donde se lee: «Ha sido pedido que la Asamblea sinodal concentre la atención sobre la relación entre carisma e institución, entre dones carismáticos y dones jerárquicos en la vida concreta de las diócesis, en la proyección misionera de los mismos», desarrollando en modo particular el tema de la “co-esencialidad” «de estos dones del Espíritu para la vida y la misión de la Iglesia, en la prospectiva de la nueva evangelización».

Como destaca explícitamente el Instrumentum laboris, el término “co-esencialidad” proviene del magisterio del beato Juan Pablo II, que dijo en el año 1987: «Los aspectos institucional y carismático son casi co-esenciales en la constitución de la Iglesia y concurren, aunque de modo diverso, a su vida, a su renovación y a la santificación del pueblo de Dios»1. El papa Wojtyła utilizó el término “co-esenciales” dos veces más, diez años más tarde, en 1998, con ocasión del primer Congreso Mundial de los Movimientos2 y de la sucesiva Vigilia de Pentecostés3.

¿Qué quiere decir este término? Quiere decir una decidida valoración de la dimensión carismática de la Iglesia, que está más bien a la sombra en la praxis preconciliar. El beato Juan Pablo II afirmaba que la dimensión carismática no es un elemento accesorio, sino que constituye – en estrecha conexión como la dimensión institucional –, un componente estructural de la Iglesia. Quiere decir que la relación entre estas dos dimensiones no es de tipo dialéctico entre dos partes en contraposición, sino una relación orgánica, simbiótica. «Un auténtico movimiento es como un alma vivificante dentro de la Institución. No es una estructura alternativa a la misma. En cambio, es fuente de una presencia que continuamente regenera su autenticidad existencial e histórica»4.

El papa Benedicto XVI continuó recorriendo el camino indicado por su predecesor. Ya cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe había rechazado cualquier contraposición entre carisma e institución, mostrando una adecuada comprensión del fenómeno de los carismas en la vida de la Iglesia5. Según el Papa, no existe en la Iglesia ninguna institución (un don jerárquico) que no tenga alguna referencia a un carisma, ni un carisma completamente desvinculado de la relación con la institución. En particular decía que había que recordar a los movimientos que son «un don al todo de la Iglesia y en el todo» y «que hay que recordarles que deben someterse a las exigencias de esta totalidad a fin de permanecer fieles a su propio ser. También a las Iglesias locales, también a los obispos hay que recordar que no deben obsesionarse por uniformidad alguna en las planificaciones y modos pastorales»6. En el discurso sobre la integración de los carismas en la vida de las Iglesias particulares hay que evitar un planteamiento que reduzca el concepto de comunión eclesial a la uniformidad. El Papa insiste: «El Espíritu es multiforme […]. Él quiere vuestra (de los movimientos y las nuevas comunidades) multiformidad y os quiere para el único cuerpo»7.

La Christifideles Laici, a su vez, destaca que «los carismas han de ser acogidos con gratitud […]. Son, en efecto, una singular riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad del entero Cuerpo de Cristo, con tal que sean dones que verdaderamente provengan del Espíritu, y sean ejercidos en plena conformidad con los auténticos impulsos del Espíritu»8. Por esta razón, ningún carisma dispensa de la referencia a los Pastores (¡la institución!), a quienes corresponde la tarea del discernimiento sobre su autenticidad y su ordenado ejercicio 9.

1 Juan Pablo II, A los movimientos eclesiales reunidos para el II Coloquio Internacional, en: “Insegnamenti” X, 1 (1987), pág. 478.

2 Cfr. Juan Pablo II, Mensaje a los participantes en el Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales promovido por el Consejo Pontificio para los Laicos, en: “Insegnamenti” XXI, 1 (1998), pág. 1065.

3 Cfr. Juan Pablo II, A los pertenecientes a movimientos eclesiales y nuevas comunidades, en la Vigilia de Pentecostés, en: “Insegnamenti” XXI, 1 (1998), pág. 1121.

4 Juan Pablo II, A los sacerdotes de Comunión y Liberación, en: “Insegnamenti” VIII, 2 (1985), pág. 660.

5 Cfr. J. Ratzinger, Los movimientos eclesiales y su lugar teológico, en: RCI Communio (Es) 21 (1991), págs. 87-108.

6 Ibídem, pág. 107.

7 Benedicto XVI, Vigilia de Pentecostés en la plaza de San Pedro con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, en: “Insegnamenti” II, 1 (2006), pág. 763.

8 Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles Laici, núm. 24.

9 Cfr. Ibídem.

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